He aquí la importancia de acercarse a la Palabra de Dios, que como Cristo mismo nos lo dijo, "es viva y eficaz", tan eficaz que hoy en medio del terror, el escándalo y la tristeza hallo en ella lo que tanto necesito.
Hoy sucedió algo terrible en nuestra ciudad. El crimen organizado ejecutó un acto de verdadero terrorismo en contra de un casino y hasta el momento se contabilizan unas cincuentena de personas muertas. Los medios de comunicación rayan casi en el morbo con sus imágenes, y su imprudencia compite con el esfuerzo de quienes trabajan en maniobras de seguridad. Los comentarios no se han hecho esperar, y en las redes sociales se entretejen miles de quejas, oraciones, rechazos, lamentaciones, etc.
Es difícil decir algo en este momento. Me he exprimido el cerebro para decir algo que suene a reclamo sabio y he fallado en el intento. Gracias a Dios fallé y pude recordar que en medio de un ambiente de muerte necesitamos palabras de vida y esas las tiene Dios.
Fue así que pensando en qué me responde Dios ante mi miedo, dí con aquella magnifica advertencia que Jesús hace a sus discípulos: "No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma" (Mt 10, 26). Esto me llena de esperanza y de una esperanza que va mas allá que cualquier frase sabia de un erudito del mundo.
Yo hoy sufro con dolor la muerte de estos hermanos nuestros y sufro por la vida de los hermanos que atentaron contra sus hermanos, pero tengo grandes esperanzas que no me pueden quitar.
Tengo no solo la esperanza de que un día esto acabe como por arte de magia o a fuerza de más sangre derramada. Tengo la esperanza esperanza cierta de que Dios ya ha recibido en su eterno Cielo a nuestros hermanos que se han adelantado, tengo la esperanza de que nuestros hermanos que viven en su interior esta terrible confusión y violencia. escuchen un día la voz de Dios que les sigue llamando, que les sigue pidiendo que se detengan, no solo por el bien de los otros sino por su propio bien. Tengo la esperanza de que nuestros jóvenes aprendan a valorar el concepto de una vida y un trabajo honesto, libre de esclavitudes a drogas, alcohol o dinero y consumismo. Tengo la esperanza de que los papás y mamás tomen las riendas de sus familias como la prioridad de sus vidas más que cualquier éxito personal. Tengo la esperanza de que los servidores públicos entiendan por fin el concepto y la responsabilidad de servir, responsabilidad de la que responderán no solo en este mundo sino también frente a Dios. Tengo la esperanza de que como pastores trabajaremos incansablemente por hacer vivir a todos los hombres y mujeres una experiencia de un Dios vivo que nos ama personal y extremamente.
Hoy celebraré con dolor la misa por todos aquellos que fallecieron, pero mi corazón no esta lleno de tristeza sino de esperanza. La tristeza nunca ha impulsado nada, la esperanza lo supera y lo espera todo, sobre todo cuando esta cimentada en Cristo.
Mi esperanza es viva y es eficaz como la Palabra de Dios -será porque viene de él- y lo único que no espera mi esperanza es que las cosas se solucionen sin mi participación. Mi esperanza no es utopía, mi esperanza es tan real, como verdadera es su fuente.
¿Dolor? sí, como Cristo frente a la sepultura de Lázaro o junto a la viuda de Nahim, pero con la esperanza viva porque solo yo puedo dar muerte a mi alma y no lo haré porque me amo como Dios me ha enseñado.
Lloremos, oremos, pero no dejemos de caminar y de luchar, que este mundo no va a cambiar sin nuestro esfuerzo y nuestra fe.