martes, 29 de octubre de 2013

A un año ¿re descubrí mi fe?



Estamos ya muy próximos a concluir el año de la fe que inauguro el Papa Benedicto XVI el 11 de octubre del 2012. Cuando él mismo lo proclamó fijaba el objetivo de este año: "dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente".

Así con esta convocatoria y con las luces que nos aportaron las cartas “Porta Fidei” (la puerta de la fe) Benedicto XVI y la “Lumen Fidei” (la luz de la fe) que iniciará igualmente el Papa Benedicto y que concluyera el Papa Francisco, la iglesia universal fue participando en una dinámica de confrontarnos con nuestras perspectivas de la fe que tenemos en Cristo.

En primero lugar se vio la importancia de entrar en un honesto examen de conciencia que nos ayudar a reconocer nuestros contenidos, defectos y lagunas en la doctrina de nuestra fe. Nos inclinamos nuevamente hacia el catecismo de la Iglesia Católica, compendio magnifico de nuestra fe que celebrar en esta ocasión veinte año de haber sido promulgado para beneficio de todos los bautizados. Muchas comunidades promovieron no solo la posesión de estos ejemplares sino especialmente su aprovechamiento pues en ella tenemos un libre acceso a las verdades fundamentales de nuestra iglesia y de nuestra fe.

Los jóvenes tuvieron también una convocatoria especial en este año de la fe. A ellos se les entregó el “Youcat” un síntesis dinámica y con un lenguaje amigable del catecismo de la Iglesia Católica a fin de que ellos también profundizarán en el contenido de nuestra fe.

Pudiéramos referirnos ahora a dos conclusiones del año de la fe. A nivel general la Iglesia vivió un año de gracia y de unción en la fe, muchos eventos no solo programados sino imprevistos nos hicieron concentrarnos en nuestra identidad como iglesia. La renuncia de S.S. Benedicto XVI en febrero de este año 2013 nos dio la oportunidad de reflexionar no solo en la funcionalidad jerárquica, sino que su ejemplo de servicio su humilde y su gran caridad en favor de la magnánima tarea de ser vicario de Cristo. La llegada del Papa Francisco impactante desde el principio por su sencillez y austeridad, pero sobre todo por su cercanía y el contacto humano y fraterno que con su testimonio nos invita a imitar. Lo doloroso sucesos de cristianos y no cristianos aterrorizados por la guerra en Siria que fue motivo en la iglesia de una intensa oración en la que se derramo copiosamente la gracia de Dios. Y muchos otros sucesos a nivel local que nos han obligado benignamente a considerar nuestra fe como un acto de fidelidad a Cristo que nos acompaña en todas nuestras congojas y que comparte nuestros sufrimientos.

Por último queda una conclusión personal que precisamente cada uno tendrá que realizar. Examinarnos reconociendo si realmente aproveche este año para conocer más mi fe y afianzar más mi amista, mi amor, mi fidelidad a Cristo.

Algo me alegra de manera muy personal y quisiera compartírselos. He visto a muchos hijos de Dios durante este año descubrir que la fe no es un conjunto de reglas e ideologías ajenas a cada uno, sino que se trata de la fe “en alguien” y ese alguien es Jesús, quien amándome me enseña a amar.

Sigamos creciendo en nuestra fe aun cuando este año de la fe concluya el próximo 24 de noviembre con la fiesta de Cristo Rey. Sigamos pidiéndosela a Dios pues al fin y al cabo es don y regalo suyo, y recordemos que basta solo un poquito de fe para fermentar todo esa masa insípida, informe y triste de los hombres que viven sin Dios.