viernes, 18 de enero de 2013

Felicidad es...


En una reflexión personal que he ido amasando en los últimos años he concluido –como una postura personal, recalco- que la felicidad y la alegría son cosas distintas. Sin embargo Dios es mi felicidad y mi mayor alegría.

Y es que realmente creo que vale la pena definir la felicidad con términos que no sean fugaces. La felicidad es saberse amado y capaz de amar, la felicidad es meta y finalidad llena de esperanza, la felicidad es vida inagotable. La felicidad no puede ser menos que eso. De allí que para mí la felicidad no pueda tenerla más que solo en Dios. Y Dios, eterno, inmutable, inagotable, hace que mi felicidad sea eterna, inmutable e inagotable. ¿Cómo habría de cambiar esto por alguna otra chuchería?

Por eso creo, también, que buscar la felicidad exige mirar siempre hacia enfrente sin apartar los ojos de este horizonte magnifico. No puedo distraerme mirando hacia atrás o limitándome a ver solo el mosaico que piso en ese momento conformándome con eso. Estar vivo hoy es buenísimo, pero vivir por siempre, para siempre, en la eternidad de Dios, es eternamente mejor. Será llegar por fin a ese lugar donde «Ya no habrá muerte ni lamento ni llanto ni pena» Ap 21,4

Ahora bien en el trayecto a ese horizonte el camino no siempre será llano y agradable, habrá momentos difíciles, de allí que sea importante animarnos unos a otros, cosa que sería imposible sin la fraternidad. Este trayecto no se puede recorrer solo, y quien se sienta así, es porque no se ha permitido entrar en comunión con los millones de caminantes a su alrededor. El terreno que se pisa por tortuoso que sea, se camina con alegría en buena compañía. De esto precisamente concluyo que nuestras alegrías se reparten en lo que nosotros podemos hacer con nuestras capacidades y talentos y también de la gente a la que amamos y a alegría que nos causa tenerlos a nuestro lado. Ambas alegrías son necesarias. Buscar la alegría en lo que puedo lograr yo solo independientemente de los demás, me puede hacer egoísta, y buscar la alegría en lo que los otros pueden hacer por mí, me hace dependiente e inseguro.

Pero vuelvo a un punto que nos se nos debe olvidar, es necesario ser inteligente e invertir nuestras esperanza en bienes eternos, esos que no se devalúan, así que nuestra mayor alegría la encontramos en Dios, ya lo decía el salmista «Y llegaré al altar de Dios, al Dios que es mi alegría» Sal 43, 4. Dios tiene una capacidad inmensurable de alegrar los días del hombre por más nublados que sean, así incluso cuando nos enfrentamos a la tragedia de la muerte de un ser amado Dios alegra nuestros corazones con una promesa de vida, que nadie más en el universo puede hacernos.

Hay que entender algo, entristecernos no es pecado, vivir tristes, sí lo es. La tristeza es una manifestación de nuestra capacidad de conmiseración, de dolor, y en muchos casos de perder algo que amábamos. Dios no nos exige que quitemos esta emoción de nuestra vida –por algo nos creó con la capacidad de sentirla- pero está ahí en la voces de mucha gente animándonos para que la tristeza no anide en nuestro corazón.

La tristeza es algo de lo que hay que tener cuidado, porque precisamente cuando le damos el control de nuestra vida nos hace apartar la vista del horizonte y fijarla absurdamente en el pasado. Ese es el momento en que con espíritu aguerrido –acordémonos que el Reino es de los violentos  (Mt 11, 12)- debemos arrebatarle las riendas de nuestra vida a la tristeza y tomarlas nosotros para seguir caminando hacia donde está nuestra verdadera felicidad, animados por esa alegría del espíritu de la que habla con una sonrisa en la boca la Virgen María: “Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador…”

Va pues, después de tanto hablarlo, algunas recomendaciones puntuales acerca de esto.

-          Define tu felicidad. Recuerda que no es algo que se pueda perder fugazmente (te recomiendo mi definición.
-          Recuerda que la felicidad es algo que se logra después de un gran trayecto. Algo tan valioso no puede ser abaratado en una sola batalla.
-          Tu alegría es una inteligente y proporcionada conjunción de tus propios esfuerzos, de los gestos generosos de los que amas (sin que los obligues a que te los den), pero sobre todo de esa alegría sobrenatural que viene de Dios y que supera nuestra naturaleza.
-          Vivir momentos tristes es parte del camino. Entristecerte no implica infelicidad, vivir triste, sí, porque has dejado de caminar hacia donde serás verdaderamente feliz.
-          Y por último y el mejor de todos los puntos. Dios es felicidad plena del hombre y su mayor alegría, porque en él somos amados eternamente (no nos falta amor), en él tenemos vida (la muerte no nos vence), y podemos vivir siempre alegres (porque gracias a él siempre tenemos grandes esperanzas)

Que seas feliz y que disfrutes de las alegrías de tu vida, mientras Dios (un Dios felicisisímo, como diría Raniero Cantalamessa) te mira complacido.