viernes, 28 de octubre de 2011

A imagen y semejanza del constructor

Para quienes compartimos  la fe en Cristo sabemos que nuestra vida es un constante proceso de preparación y de participación en la construcción del Reino que Jesús nos anunció.

Precisamente sobre esa posibilidad de ser constructores es de la que me gustaría hablar hoy. 

En el origen de todo vemos a Dios construyendo el universo y corona su creación con la creatura que más ama y a quien le ha dado el privilegio de ser su imagen y semejanza. Por ende, dentro de las muchísimas capacidades que le hombre hereda por esta semejanza está la de ser constructor, del mismo modo en que su Padre lo es. Somos constructores a semejanza de Dios. Lo afirmo categóricamente.

Además de este fundamento divino, Dios me ha dado la oportunidad de conocer a grandes maestros en el arte de la construcción, y les aseguro que a ustedes también.

Mi madre ha construido en su vida dos casas, no sé cómo le ha hecho pero sé que para los 31 años, que yo tengo ahora ya casi terminaba la primera, y sé también que a los 45 empezó la segunda. La verdad es que no es la construcción material de dos casas lo que me hace su fan número uno, me ha fascinado más bien la forma en que ha construido su vida. Su determinación por sostener una familia para que vivieran en esas dos casas y para que luego vivieran en las propias de una manera digna; eso es lo que me ha sacado muchas veces las lágrimas de emoción.

Ella me enseñó que una persona debe tener dignidad y que esa no se sostiene gratuitamente, requiere esfuerzo. Me ha enseñado que la lucha no termina cuando te cansas si no el día en que al fin descansas con Dios y ese día aun no llega para ninguno de nosotros. Me mostró lo que es la caridad vivida de manera real y efectiva con los propios y los extraños. Me educó para no ofender a nadie ni siquiera con el pensamiento. Y me ha enseñado que Dios nunca me abandona y nunca lo hará. Mi madre es mi constructora favorita y la más bella construcción que conozco. Ella dejó que Dios fuera construyendo lo que yo y muchas gentes aman y admiran en ella.

Muchos otros constructores he conocido y vamos juntos aprendiendo a construir. Eso es lo importante.

Por eso precisamente me da mucha pena reconocer a veces, que vamos retrasando esa oportunidad de construir nuestra vida de manera perenne. Me desagrada y me entristece que muchos jóvenes en la actualidad – y más me entristece si son adultos- van construyendo endebles techitos para cada día de su vida. Al terminar el día, sin que se den cuenta, el techo se cae y se conforman con levantar un techo que dure solo el día siguiente. Van pasando los días y no son capaces de construir nada trascendente. Se dicen a sí mismos «el techo de hoy me va a servir para pasármela bien hoy» que dicho de otras palabras pudiera ser:

  • -          Con lo que trabajo, así sin tanto esfuerzo ni cansancio, me armo la parranda del fin de semana
  • -          Este novio o novia es nada más  para un ratito, al rato encontraré algo mejor
  • -          ¿Para qué comprometerse, basta con el placer de una noche, al fin ni planes de casarme tengo? Solo es para no estar sol@
  • -          ¿Para qué estudiar si luego ni trabajo se consigue?
  • -          No tengo necesidad de estar batallando tanto en el trabajo - ¿entonces vas a buscar algo mejor? - No, algo mas facil.
  • -          No, si yo no quiero casarme- ¿entonces qué quieres hacer- No lo se, hay mucho tiempo.
  • -          No hay bronca, al fin al rato me confieso.

Y otras tantas frases que hablan de una falta de deseo por construir. Estamos llamados a ser constructores no lo olvidemos.

San Pablo dirá que somos “piedras vivas” de la iglesia, pero lo cierto es que muchas veces no somos piedras somos simples ramitas secas que no sirven ni para un tejaban digno.

Es necesario tener cuidado con nuestros pensamientos. Esta vida no es eterna, esta vida es una preparación y una construcción de nuestra propia vida. ¿Qué tipo de piedra estamos siendo? ¿Piedra, arcilla, bolas de arena?

Que nos inspiren esos grandes constructores de los que les hablo. Las muchas personas que nos enseñan que gracias al esfuerzo, e incluso al sufrimiento de muchas ocasiones, lograron ser los edificios de los que ahora nos admiramos.

Concluyo preguntandote tajantemente ¿Qué es exactamente lo que estás construyendo en este momento en tu vida?

martes, 18 de octubre de 2011

Lección gratuita

De entre todos mis recuerdos clasificados por etapas sin nombres, recuerdo el auge que tuvieron, durante algún tiempo un grupo de motivadores que en México hicieron su aparición quizás por las diferentes crisis económicas que mantenían a las familias angustiadas por su futuro y el de sus hijos. Tan difícil fue aquel momento de crisis que muchos de mi generación aún pueden recordar la melodía de «Solidaridad, venceremos…» o  «¡Únete a los optimistas!…».

A los once años me preguntaba por qué la gente tenía que pagar para que les dijeran que podían ser felices. Veinte años después me he dado cuenta de algo: hay mucha gente que necesita escuchar que puede ser feliz. Yo culpo en este día a nuestro exceso de concentración en las cosas que no deberíamos concentrarnos. Por ejemplo, las deudas y los pagos que los padres de familia tienen que hacer cada mes se convierten muchas veces en el centro de su vida y si una deuda siempre es amarga, tenemos que asumir que el centro de la vida se convierte en amarga. Conozco a una familia muy cercana a mí, los veo esforzarse y luchar todos los días, pero jamás su vida se ha vuelto amarga porque disfrutan de lo que tienen y saben que la lucha constante es parte de su vida y también de su satisfacción. Un verdadero luchador disfruta de su lucha y de su esfuerzo. Ellos se concentran en lo verdaderamente importante, sus hijos y la gente que aman.

Hoy reconozco que aquellos motivadores hacían por unos billetes lo que cualquier buen amigo puede hacer gratuitamente: darte un par de bofetadas para que reacciones y quites la mirada sobre el punto negro en la inmensa hoja blanca de la vida. Se trata de mirar lo que hace mucho no miras, la fidelidad de tu esposa, la fortaleza de tu esposo, la esperanza de tus niños y su ingenio infantil que no podemos permitirnos perder, la calidez de la comida familiar, la sonrisa sincera de los amigos, lo azul de cielo, la música de la lluvia, el olor del café, una caminata solitaria llenándonos los pulmones de oxígeno.

¡Vamos voltea a ver hacia otro lado! Te aseguro que aquello que te angustia gana más poder si sigues dándole tanta atención y que puedes solucionarlo más tranquilamente si dejas de usarlo como almohada por la noche.

Mi mejor amigo acostumbra decir: « ¿Por qué se preocupan del qué comerán  o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quiénes de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?»

No se trata de desligarse de responsabilidades, se trata de reconocer que nuestra vida es bellísima como para ignorarla o destruirla por unas cuantas complicaciones que con la confianza puesta en Dios y en nosotros mismos podemos sacar adelante con nuestro esfuerzo sano y equilibrado. Es maravilloso escuchar a esos viejitos que te cuentan la historia de su vida y todos los problemas que tuvieron que superar y hoy sonríen como alegres luchadores. Reconocen que fueron fuertes como nunca pensaron que podrían llegar a serlo.

Te lo repito: ¡Claro que puedes ser feliz y salir adelante aun con ese problema que te cargas ahorita, sea cual sea! ¡CONCÉNTRATE EN LO IMPORTANTE!  

Y esto te lo digo sin esperar un cheque a cambio…a menos, claro, que quieras enviarlo jajaja. 

lunes, 10 de octubre de 2011

El lienzo de este domingo

Tenía la necesidad de escribir. Admito que la mayoría de las veces escribo con la noción de que seré leído por mis tres o cuatro fieles lectores que son siempre condescendientes con mi ideología, mi redacción y mi ortografía. Sin embargo en esta ocasión escribo simple y llanamente porque tengo la necesidad de escribir.

El problema era por dónde empezar y qué tema tocar. Así que sentado en mi cama y a oscuras respire hondo y trate de organizar mis ideas. Eran demasiados temas y tenía que unirlos todos en un solo puño. Y entonces apareció la idea: este domingo fue un lienzo del que tiene que resultar una obra, y así como las más bellas obras pictóricas están hechas a base de muchas pinceladas de diferentes colores y tonos, así también estuvo construido para mí este día.

Así que este es mi lienzo, la paleta de colores es mi memoria de este domingo y mis dedos serán los pinceles. Veremos que tal nos queda la obra.

La primera pincelada llegó antes que despertara. Soñé con mis tres hermanos (tengo tres hermanas que son mis hadas madrinas, pero esta vez no soñé con ellas) y cuando abrí los ojos los primero que pensé fue «Tengo que reportarme». Lo haría una hora después por medio de un sencillo mensaje de texto para no importunarlos tanto. El sueño desencadenó recuerdos, y dentro de todos esos recuerdos uno en particular se me quedó prendado: una charla acerca de la fidelidad. Uno de los momentos más hondos, claros e impactantes de mi vida. Esa fue la primera pincelada que se convertiría en el fondo del lienzo.

Las siguientes pinceladas se dieron al ser testigo del servicio de un grupo de muchachos que se afanan de una u otra manera por hacer vida su fe. Me sentí aun más involucrado cuando descubría mi participación en su vida de fe. A ocho meses de ser ordenado, el título “Padre” con el que algunos me llaman me hizo reconocer la gravedad de mi papel frente a mí mismo. Frente a lo que pienso, hago, decido y digo. La pincelada tenía un tono “¿seré un buen Padre?” casi tirándole a un “Más vale que sí”.

El profundo tema de la fidelidad volvió a resurgir algunos momentos más tarde cuando recibí respuestas de mis mensajes mañaneros a mis hermanos. Qué difícil le resulta muchas veces al hombre ser fiel. Fiel a sí mismo, fiel a sus principios, fiel a lo que verdaderamente ama – y es bueno decirlo en este momento. Quién no sabe amar y no sabe lo que verdaderamente ama, no será capaz de ser fiel -  fiel, en resumen, como signo de su madurez y de su sabiduría.

Más tarde vendría otra pincelada de cielo lluvioso y ojos llorosos. De aquellos muchachos que mencione en la pincelada anterior, algunos abandonaban el escalón que había pisado durante varios años para pisar el de más arriba, crecían y crecer duele. Rara mezcla de colores esa, hermosos, nostálgicos, radiantes, plenos y llenos de esperanza. Y entonces di otra pincelada color «Ruego por los que me diste» que me recordaba a una escena del Getsemaní..

Ya casi por último llegué a mi cuarto encendí la tv y puse atención a cierta película de ambigüedades románticas en la que a los casados se les invitaba a divorciarse por la incomodidad que representa luchar por arreglar lo que descompusieron y a los solteros se les invitaba a casarse en un arrebato de romanticismo que muy probablemente terminaría en algún momento como el primer caso. Y apareció otra vez la pincelada grave de la fidelidad.

Terminé de pintar. Mi atención se fijaba en cada pincelada y tengo miedo mirar el cuadro en completo, el resultado total. Déjenme mirarlo.
….
El lienzo es un tesoro para mi vida. Es invaluable. Me di cuenta que sin quererlo, hay muchas otras pinceladas secundarías e íntimas que hacen de este lienzo de domingo una baluarte de identidad y un contenido estructural de mi vida y mi ministerio. Es confuso, lo sé. Pero así como algunos descubren mensajes secretos y provocativos en las pinturas surrealistas, yo también descubro en este lienzo una diversidad de mensajes y pistas, y quizás alguien también pueda encontrar algo valioso en él.

Gracias. Dios los bendiga. 

miércoles, 5 de octubre de 2011

La sabiduría de Shifu

Ayer fui al cine con dos hermanos a ver la secuela de una película animada que me cae muy en gracia por la participación de un panda, maestro en kung fu. Es la tercera o la cuarta ocasión que la veía, sin embargo esta ocasión fue distinto y no tanto por la tecnología 4D que me hizo casi marear, sino porque iba con la disposición completa de volver a reírme de todas las situaciones humorísticas que se presentan.

 Ahí en medio de las risas y carcajadas uno de los personajes hace una afirmación muy interesante a mi amigo el Panda Po, siento no transcribir la palabras tal cual porque no las escribí en su momento, pero a grandes rasgos le decía que la identidad de una persona no depende de algo que ha sucedido en el pasado, sino que realmente consiste en lo que a futuro se empeñe uno mismo por construir. ¡Excelente idea maestro shifu! ojala y los millones de personas que vieron esta película, además de las muy agradables risas se hayan llevado grabado eso en su memoria y su conciencia. Porque si a esta recomendación le agregamos el sentido de nuestra fe, nos daremos cuenta que nuestro futuro cuenta con la compañía de Dios y como final de nuestro destino esta la unión completa y perfecta con él, que es nuestra verdadera felicidad. 

Y es que resulta que hay una gran cantidad de humanitos que van caminando por la vida con heridas abiertas que no han querido dejar cicatrizar. Así, un regaño o un mal testimonio de nuestros padres, un golpe, el estrago de la pobreza, una violación, la muerte injusta de un ser querido, un rechazo, una enfermada personal o de alguien que se estima, se convierte en nuestra vida en una ulcera cancerosa que, a decir verdad, muchas veces nosotros mismos no dejamos que sea curada, en el mejor de los casos por Dios. 

Aun lo mas terrible que nos pudiera haber sucedido en nuestra infancia o juventud no puede ser motivo para destruir el resto de la vida que queda. Es necesario aprender a construir sobre ruinas. Es necesario aprender a caminar con cicatrices, orgullosos de haber salido adelante. Para quienes creemos en Dios podemos presumir que él estuvo a nuestro lado sufriendo y al mismo tiempo curándonos y levantándonos de cualquier difícil situación. Pero eso de nuestra disposición. De la capacidad de reconocer que la persona que verdaderamente tiene el poder para destruir nuestra vida somos nosotros mismos y nadie más. Vivamos con esperanza y fortaleza nuestra vida, que si estamos a unidos a Dios nadie podrá vencernos. 

Fue bueno ir a ver nuevamente a Po y al maestro Shifu pero no espero verlo próximamente. Algún día necesitare reírme un rato y lo veré, pero al que sí tengo que ver cada día es a Dios, mi Padre, mi Maestro y mi Señor, para recordar que "Todo lo puedo en Aquel que me fortalece"

Saludos y bendiciones a todos. Busquen la felicidad y llénense de Dios.