De entre todos mis recuerdos clasificados por etapas sin nombres, recuerdo el auge que tuvieron, durante algún tiempo un grupo de motivadores que en México hicieron su aparición quizás por las diferentes crisis económicas que mantenían a las familias angustiadas por su futuro y el de sus hijos. Tan difícil fue aquel momento de crisis que muchos de mi generación aún pueden recordar la melodía de «Solidaridad, venceremos…» o «¡Únete a los optimistas!…».
A los once años me preguntaba por qué la gente tenía que pagar para que les dijeran que podían ser felices. Veinte años después me he dado cuenta de algo: hay mucha gente que necesita escuchar que puede ser feliz. Yo culpo en este día a nuestro exceso de concentración en las cosas que no deberíamos concentrarnos. Por ejemplo, las deudas y los pagos que los padres de familia tienen que hacer cada mes se convierten muchas veces en el centro de su vida y si una deuda siempre es amarga, tenemos que asumir que el centro de la vida se convierte en amarga. Conozco a una familia muy cercana a mí, los veo esforzarse y luchar todos los días, pero jamás su vida se ha vuelto amarga porque disfrutan de lo que tienen y saben que la lucha constante es parte de su vida y también de su satisfacción. Un verdadero luchador disfruta de su lucha y de su esfuerzo. Ellos se concentran en lo verdaderamente importante, sus hijos y la gente que aman.
Hoy reconozco que aquellos motivadores hacían por unos billetes lo que cualquier buen amigo puede hacer gratuitamente: darte un par de bofetadas para que reacciones y quites la mirada sobre el punto negro en la inmensa hoja blanca de la vida. Se trata de mirar lo que hace mucho no miras, la fidelidad de tu esposa, la fortaleza de tu esposo, la esperanza de tus niños y su ingenio infantil que no podemos permitirnos perder, la calidez de la comida familiar, la sonrisa sincera de los amigos, lo azul de cielo, la música de la lluvia, el olor del café, una caminata solitaria llenándonos los pulmones de oxígeno.
¡Vamos voltea a ver hacia otro lado! Te aseguro que aquello que te angustia gana más poder si sigues dándole tanta atención y que puedes solucionarlo más tranquilamente si dejas de usarlo como almohada por la noche.
Mi mejor amigo acostumbra decir: « ¿Por qué se preocupan del qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quiénes de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?»
No se trata de desligarse de responsabilidades, se trata de reconocer que nuestra vida es bellísima como para ignorarla o destruirla por unas cuantas complicaciones que con la confianza puesta en Dios y en nosotros mismos podemos sacar adelante con nuestro esfuerzo sano y equilibrado. Es maravilloso escuchar a esos viejitos que te cuentan la historia de su vida y todos los problemas que tuvieron que superar y hoy sonríen como alegres luchadores. Reconocen que fueron fuertes como nunca pensaron que podrían llegar a serlo.
Te lo repito: ¡Claro que puedes ser feliz y salir adelante aun con ese problema que te cargas ahorita, sea cual sea! ¡CONCÉNTRATE EN LO IMPORTANTE!
Y esto te lo digo sin esperar un cheque a cambio…a menos, claro, que quieras enviarlo jajaja.
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