lunes, 13 de agosto de 2012

Historia familiar-Historia de salvación





Me encanta escribir con un buen fondo musical y hoy lo tengo. Mientras escucho a una creativa y explosiva cantante mexicana con sus versos de huapangos y serenatas se me movió el alma para escribir acerca de mi familia.

Se debe quizás a mi origen sureño que las cosas que recuerdo tenga una pesada carga de sabor que no puede olvidarse y entonces el paladar me sabe a yerbabuena, rezos, zacate-limón, guanábana, muerte, queso fresco, historia de espantos, pasión de amor,  y Dios por delante. Esa es mi familia. Y su historia baila alegre con tambores tabasqueños y sones jarochos a jarana limpia y arpa elegante. Es delicioso a decir verdad.

Recientemente me encaré a esa realidad en un viaje familiar y disfrute no solo de las historias siempre novedosas del rancho nativo, sino de mi propia conciencia que pudo valorar ese bagaje. Escuchaba de aquellos amores legales e ilegales, de los que salieron hijos y bastardos, de las brujerías  que consiguieron a la larga desfortunios y de las cosechas que se lograron por obra de Dios. Al final del día una parte muy altiva de mi se avergonzaba de aquella historia de la que yo mismo surgí, pero un pizca de sabiduría divina me hizo sentirme feliz de mis raíces y valorarla como mi propia historia de salvación y de gracia.

Compartía con mi Jesús una misma sensación frente a la historia familiar. En mi caso con lo que ya he descrito, en caso de él, una historia familiar con incestos, infidelidades, suplantaciones de primogenitura, etc.

Necesitamos entender que Dios siempre ha hecho surgir la gracia de los ambientes más hostiles y oscuros que ha creado el hombre y así la salvación del mundo vino de esta familia narrada a lo largo del Antiguo Testamento, y así también, Dios ha regalado a mi familia llena de historia y leyendas la gracia de la vocación sacerdotal (próximamente con su favor en dos ocasiones) que nunca hubieran imaginado. La historia de mi familia me sabe muchas veces a historia de García Marquez, y me fascina la literatura de Gabo.

Ahora bien disfrutar de mi familia es algo que quiero compartir con ustedes para que lo hagan con su propia familia, sin vergüenzas, sino con las alegría de reconocer en medio de esa historia la huella de Dios que ha caminado con nosotros por todos los terrenos del mundo y a probado con nosotros los mismo sabores de nuestra tierra.

Yo seguiré disfrutando de cuando en cuando el sabor, a queso fresco y nata, de albahaca y canela, de historias llenas de sangre y de lágrimas, de soledades y pasiones, de allí también surgió la gracia, y  desde allí me llamó de Dios, desde mi familia, así como a ustedes los llama Dios desde sus propias familias.

Y concluyo escuchando de fondo ese maravilloso “Dios nunca muere” de Macedonio Alcalá. Este fue regalo de Dios.

1 comentario:

  1. No olvidemos nuestros origines, nuestro pasado, pero tengamos bien presentes NUESTRA FAMILIA.

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