No se porque hice memoria de lo siguiente precisamente en este momento: «Nuestra psique está formada en armonía con la estructura del Universo y lo que sucede en el macrocosmos sucede igualmente en los rincones infinitesimales y más subjetivos de la psique.». Esto lo dijo un filosofo y psicólogo del siglo XX y me viene a la mente en voz de mi vicerrector que lo resumía de la siguiente manera “Hay que ordenar primero el macrocosmos, para ordenar el microcosmos” y con ello invitaba a tener un orden respecto a todo lo que nos rodeaba y era exterior a nosotros. Algunas veces sería algo tan simple como ordenar el cuarto, tender la cama, barrer y trapear, pero en algunas otras ocasiones más bien esto se aplicaba al orden de todo aquello que estuviera en desorden fuera de mi, díganse distracciones y distractores, dígase prioridades y enfoques, etc.
Quizás no sea tan comprensible de lo que estoy hablando y trataré de explicárselos haciendo uso de mi propia vida y de mis experiencias más recientes. Alguien muy importante en mi vida familiar concluyó su recorrido por este mundo y se presentó ante el Eterno, frente a su Padre. Su cosmos se ha integrado ya de una manera que espero un día vivir. Pero en el caso de todos los que quedamos todavía en este mundo fugaz y etéreo su partida provocó una alteración en la armonía de nuestros cosmos – macrocosmos y microcosmos- y tenemos que habituarnos a esa alteración reciente.
Su rol en el cosmos era diferente, para algunos era esposo, para otros Padre, para otros hermano, para otros amigos, e incluso para algunos era enemigos y todos resultamos afectados. En nuestro cosmos relacional algo pasa y necesitamos entenderlo. Miro entonces con cierta incertidumbre el macroscosmos familiar y veo que los elementos familiares se sacuden preocupados buscando remplazar o avanzar rápidamente para no notar el cambio, la idea parece ser lógica: tenemos que subsanar ese cambio en el macrocosmos para que el microcosmos se ordene.
Por su parte la fe propone, no remplazar, no ignorar, sino alegrarse por la transformación divina de la que es parte nuestra historia cósmica.
Lo se, sigue siendo difícil. Hablemos pues sin lenguaje filosófico. La muerte de un ser querido nos arroja en nuestra débil humanidad a tomar decisiones que tienen como objetivo evitar sufrimientos que creemos que serán más hondos. La fe en Cristo, Hijo de Dios, venido en la Carne para que con su muerte y resurrección no fuéramos esclavos ni del pecado ni de la muerte es lo que realmente tienen que consolar y detener el sufrimiento de todos los que tenemos fe. Esta fe hace posible que la vida de los que permanecemos en este mundo esperando el momento en que también seamos llamados, transcurra llena de esperanza y alegría, porque sabemos que la vida no se acaba, se transforma. Hoy lo vivo, hoy lo sé.
No hay entonces necesidad de remplazar o de ignorar menospreciando el dolor, la vida seguirá como debe de seguir.
Lo siento si he sido ambiguo. Quizás esto lo he escrito para mí mismo y lo he publicado solo por si a alguien le pudiera servir. Mañana les prometo escribir algo menos complicado.
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