Algún día iniciamos el caminar de nuestra vida y llevamos caminando 15, 20, 30 o más años. Contamos con la ayuda de alguien que nos animó a hacerlo y que nos miró con alegría dar los primeros pasos. Hubo también alguien que nos curó con un golpe los golpes que tuvimos sufrir para poder caminar. Dios quiso que fuera así. Que todo niño tuviera la oportunidad de contar con al menos con un par de personas que animaran y custodiaran nuestro camino.
Seguimos creciendo y la emoción de los primeros pasos quedó atrás. Un largo camino de nuevos retos nos fue motivando a andar y empezamos a caminar más o menos de manera autónoma hasta que un día sin darnos cuenta ya avanzábamos seguros pero quizás sin la compañía de alguien, Pero la voluntad de Dios siempre ha sido la misma: no quiere que el hombre esté solo. Empezamos a desdeñar la compañía de quienes custodiaron y nos animaron en los primeros pasos e integramos por nuestro propio gusto a otras personas. Sin embargo las experiencias son duras. Muchas personas con las que compartimos camino se han quedado atrás, se han ido o se han adelantado por una u otra razón, y nos encontramos en algunos momentos solos, y posiblemente en el momento en el que más hubiéramos querido que alguien nos acompañara.
Y es que a veces mientras caminando caemos en la frustración de no saber hacia dónde vamos, hemos recorrido caminos exóticos y entre comillas bellos, pero que no aportaron nada a mi camino y que por el contrario lo único que hicieron fue que perdiera el tiempo y cansara el paso. Siempre será necesario fijar un destino, la ruta se decidirá en el camino, todo cambia y seguramente muchas veces tendremos que tener el criterio suficiente como para reconocer el camino correcto a seguir de entro todos los caminos que se nos abren de frente.
Es absolutamente necesario también valorar y reconocer a nuestros verdaderos compañeros de camino. No querrás caminar toda tu vida con alguien que tiene nada en común contigo o que será incapaz de comunicarse logrando con esto únicamente hacer tenso el camino. O tampoco querrás contar con alguien que te abandone a mitad de camino. Es más, siempre será indispensable reconocer a quien te enseño a caminar, a ellos nunca los sueltes.
Verifica siempre estar calzado de lo mejor para poder caminar sobre todo terreno, checa que tus provisiones sean siempre nutritivas y verdaderamente sanas y revitalizantes.
Los mejores caminantes disfrutan el caminar por el simple hecho de avanzar de recorrer, saben que un tropiezo no es un nunca un obstáculo y que un obstáculo nunca es un final. No te preocupes si te tropiezas, por duro que haya sido el tropiezo y por más raspones que te hayas hecho sigue avanzando las heridas se curan con el tiempo. Nunca te detengas ante un obstáculo, supéralo, ningún obstáculo es más grande y poderoso que tu propio poder y la belleza del destino final.
Cristo es ese camino que esta dispuesto para que lo recorras y que al final recibas como premio algo que el mundo y ninguna creatura ni placer te podrá ofrecer nunca: la eternidad. La capacidad de vivir en plenitud y verdaderamente.
Ahora, fíjate bien, tu haz caminado ya hace un buen rato. Vale la pena que mires detenidamente cual es el camino que has estado siguiendo, ¿a dónde te lleva? ¿No estás caminando en círculos? ¿Estás detenido sin avanzar sentado a la orilla del camino, mientras vez a otros avanzar? ¿Te la has pasado curioseando veredas que te distraen de caminar productivamente por un camino que te lleve a un feliz término en tu vida?
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