"Todas las noches miraba al cielo
esplendido y estrellado. Se enamoró de las estrellas y de su resplandor místico
y divino, áureo y refulgente -Son diamantes sagrados del gran tesoro de Dios- se
repetía una y otra vez mientras alzaba sus manos con el fin de tocar al menos
una de ellas.
Aquella noche esos diamantes
brillaban aún más en la orlas de una aurora como en un vestido magnífico y
regio. Cerró sus ojos y en una plegaria saturada de fe y de anhelos pidió ser
conducido hasta una de ellas. Abrió sus ojos y sintió como su plegaría había
sido escuchada, poco a poco se elevaba dejando abajo su terruño. Su emoción
crecía en el pecho a punto de explotar. Su oración había sido escuchada y
estaba a punto de conocer a uno de esos brillantes amores.
Subía cada vez más, y más aprisa
cada vez, y aquella sonrisa desbordada sobre los labios fue menguando poco a
poco al irse acercando a una de ellas hasta convertirse un gesto de disgusto.
Podía ver de cerca ahora un cúmulo de tierra bañada por algunos gases más bien
transparentes. La magia eterna lo depositó con cuidado sobre aquel pedazo de
tierra o lo que fuese. No brillaba, no había destellos hermosos sino una tierra firme y sin mayor magia. ¿Se
había equivocado? ¿Lo habrían llevado por error a otro lugar? No, no podía ser.
Él mismo no había querido cerrar ni apartar los ojos al de su destino, aquella
era una de las estrellas más hermosas que veía durante la noche. Enojado, ahora
la plegaria ya no fue silenciosa y habló grito en pecho. -¿Qué es esto? Esta no
es mi estrella. Esta no deslumbra ni reluce. No puede ser ella.
La Eternidad resonando más
magnifica que nunca le habló –Esta es tu estrella. La que vez desde tu terruño.
La que ha enamorado no solo tus ojos sino tu corazón. Nunca te ha mentido. De
esto que vez y palpas, siempre ha sido. Con esto que vez, es que ha brillado- Dijo
compasiva la voz divina y continuó.
–Triste es la vida del hombre que se ciega a
reconocer que las más bellas figuras están
hechas de burdos esfuerzos y áridos momentos, de esfuerzos sudorosos y dolores
terribles.
Pero el hombre necio valora las más
de las veces estas hermosuras solo habiendo lejanía, porque no soporta ver los
detalles, las cicatrices, las imperfecciones. No han aprendido a amar los
esfuerzos y las fatigas, las reedificaciones y las añejas paredes que todo
soportan. Se embelesan con los brillos lejanos porque no saben soportar la
realidad opaca de ese brillo eterno.
Lloran las estrellas que fenecen
mientras les dan la espalda a las tantas que se están construyendo junto a él... esta es tu
estrella a la que tantos poemas escribiste. Tu privilegio es hoy mayor porque
la has conocido tal y como es. Yo la veo brillante siempre, tu, solo la ves
brillar cuando está lejos de ti.-
Aquel amante de la estrella se
siento pequeño y mezquino, se postró sobre la estrella y se ensució los labios
dándole un beso. Había besado a su estrella, esa que tanto había soñado.
La magia eterna lo devolvió a su
terruño. A partir de aquel momento, en los días en que las nubes impiden ver
las estrellas, no se sintió solo, no se sintió sin ella. Sentía aquel beso en
los labios. El beso de lo que en realidad su estrella era."
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Los hombres miran al cielo y se enamoran de las estrellas...Dios desde las estrellas miró al mundo y se enamoró de los hombres como son y con la esperanza viva de que lleguemos a ser lo que él pensó que fuéramos.
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Los hombres miran al cielo y se enamoran de las estrellas...Dios desde las estrellas miró al mundo y se enamoró de los hombres como son y con la esperanza viva de que lleguemos a ser lo que él pensó que fuéramos.
A veces pedimos señor concédeme, dame, solo el señor sabe cuando, donde y el momento justo cuando estamos preparados para ver la realidad, para valorar esa estrella que nos deslumbra cada noche.
ResponderEliminarAsí es Rox. Bendiciones en casa.
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