jueves, 4 de octubre de 2012

El amante de estrellas


"Todas las noches miraba al cielo esplendido y estrellado. Se enamoró de las estrellas y de su resplandor místico y divino, áureo y refulgente -Son diamantes sagrados del gran tesoro de Dios- se repetía una y otra vez mientras alzaba sus manos con el fin de tocar al menos una de ellas.

Aquella noche esos diamantes brillaban aún más en la orlas de una aurora como en un vestido magnífico y regio. Cerró sus ojos y en una plegaria saturada de fe y de anhelos pidió ser conducido hasta una de ellas. Abrió sus ojos y sintió como su plegaría había sido escuchada, poco a poco se elevaba dejando abajo su terruño. Su emoción crecía en el pecho a punto de explotar. Su oración había sido escuchada y estaba a punto de conocer a uno de esos brillantes amores.

Subía cada vez más, y más aprisa cada vez, y aquella sonrisa desbordada sobre los labios fue menguando poco a poco al irse acercando a una de ellas hasta convertirse un gesto de disgusto. Podía ver de cerca ahora un cúmulo de tierra bañada por algunos gases más bien transparentes. La magia eterna lo depositó con cuidado sobre aquel pedazo de tierra o lo que fuese. No brillaba, no había destellos hermosos  sino una tierra firme y sin mayor magia. ¿Se había equivocado? ¿Lo habrían llevado por error a otro lugar? No, no podía ser. Él mismo no había querido cerrar ni apartar los ojos al de su destino, aquella era una de las estrellas más hermosas que veía durante la noche. Enojado, ahora la plegaria ya no fue silenciosa y habló grito en pecho. -¿Qué es esto? Esta no es mi estrella. Esta no deslumbra ni reluce. No puede ser ella.

La Eternidad resonando más magnifica que nunca le habló –Esta es tu estrella. La que vez desde tu terruño. La que ha enamorado no solo tus ojos sino tu corazón. Nunca te ha mentido. De esto que vez y palpas, siempre ha sido. Con esto que vez, es que ha brillado- Dijo compasiva la voz divina y continuó.

 –Triste es la vida del hombre que se ciega a reconocer que las  más bellas figuras están hechas de burdos esfuerzos y áridos momentos, de esfuerzos sudorosos y dolores terribles.

Pero el hombre necio valora las más de las veces estas hermosuras solo habiendo lejanía, porque no soporta ver los detalles, las cicatrices, las imperfecciones. No han aprendido a amar los esfuerzos y las fatigas, las reedificaciones y las añejas paredes que todo soportan. Se embelesan con los brillos lejanos porque no saben soportar la realidad opaca de ese brillo eterno.

Lloran las estrellas que fenecen mientras les dan la espalda a las tantas que se están construyendo junto a él... esta es tu estrella a la que tantos poemas escribiste. Tu privilegio es hoy mayor porque la has conocido tal y como es. Yo la veo brillante siempre, tu, solo la ves brillar cuando está lejos de ti.-

Aquel amante de la estrella se siento pequeño y mezquino, se postró sobre la estrella y se ensució los labios dándole un beso. Había besado a su estrella, esa que tanto había soñado.

La magia eterna lo devolvió a su terruño. A partir de aquel momento, en los días en que las nubes impiden ver las estrellas, no se sintió solo, no se sintió sin ella. Sentía aquel beso en los labios. El beso de lo que en realidad su estrella era."

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Los hombres miran al cielo y se enamoran de las estrellas...Dios desde las estrellas miró al mundo y  se enamoró de los hombres como son y con la esperanza viva de que lleguemos a ser lo que él pensó que fuéramos.

2 comentarios:

  1. A veces pedimos señor concédeme, dame, solo el señor sabe cuando, donde y el momento justo cuando estamos preparados para ver la realidad, para valorar esa estrella que nos deslumbra cada noche.

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