Lúceme tu luz en tan
profunda tiniebla
y viéndome sediento, a tus fuentes me dirigí.
Encontré tu noria
entre pastos tranquilos
Y abrevando satisfecho
en tu amor me diluí.
Llévame, Pastor, entre
tus brazos a pastar felicidad
a saciarme de tus ríos,
a embriagarme en tu bondad.
Que mi alma insatisfecha
no desvíe su camino
nunca pierda su
destino, que no pruebe la maldad.
Yo me reconozco oveja
perdida,
virgen imprudente, viñadar
que entraña mal.
Hoy me encuentro en el
camino como ocioso jornalero
que a la vera del
sendero espera a que lo vengas a llamar.
Luce, Señor, en mis
labios para poder por ti hablar,
luce, Señor, en mis
ojos para que vea tu verdad,
Queme tu luz mis
entrañas para que te pueda amar
y que al fin ya en tu
camino tu amor pueda gritar.
Bendito seas Padre
Santo, por tu gloriosa inefabilidad,
bendito tu Hijo divino
por su sangre derramar,
y el Espíritu Santo,
gloria eterna, por venir esta carne
consolar. Amén.
(Escrito el 8 de Mayo de 2004)
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