Acepto que hasta hace algunos años confundía estos dos conceptos. En alguna ocasión al menos, nos habrá tocado decir o escuchar aquello de “tú no tienes sentimientos” quizás en son de broma o quizás muy en serio. De ordinario esta frase nos la gastamos cuando alguien no demuestra los signos de afecto que nosotros quisiéramos y es entonces cuando con ufana y altiva actitud pronunciamos tan categórica afirmación.
Hoy se responder como un amigo lo hiciera con mucha sabiduría: “No. Sí tengo sentimientos, pero no los expreso igual ni en el tiempo en que quieres tu” Esa respuesta es muy cierta. En ocasiones nos conformamos con signos parecidos a los del amor y no estamos siendo capaces ni de vivir, ni de ver el verdadero amor cuando se nos ofrece.
Mi primera noción de” signos de amor”, fue aquella expresión tan condenable en mis años mozalbetes cuando entre los jóvenes se exigía la “prueba de amor” haciendo referencia a la relación sexual antes del matrimonio (entre paréntesis comento que actualmente ya no se exige, ahora es bastante común y generosa esta expresión de amor, no solo antes del matrimonio sino incluso antes del noviazgo o de la simple amistad). Aun hoy una idea pansexualizada lleva a muchos a creer que este es el más grande signo de amor que existe y muchos novios se justifican en esta idea. Hay otros signos que también pudieran estarse sobre valorando, ya cada uno tendría que descubrirlos a la luz de lo que quiero compartirles.
Resulta que en estos días estamos preparándonos para la fiesta de navidad, uno de los signos más esplendidos y maravillosos de amor que han sucedido en nuestro mundo. Sucedió que había un Rey enamorado de su pueblo infiel, y tanto lo amaba y tanto le dolía ver que no sabían vivir que un día tomó la decisión de enviar a su Hijo –igual de enamorado que él- para que viviera junto a ellos, no disfrazado, no caracterizado, sino convirtiéndose realmente en uno de ellos. Para lograr esto sucedieron un sin número de cosas imposibles y que solo el amor verdadero puede hacer posible. El orden natural fue trastocado y el Hijo del Rey vino a vivir con los más pobres a fin de que el margen de amor fuera amplísimo, insondable más bien.
Quiero detenerme esta vez solo en su llegada, ya habrá otro momento mejor para hablar del resto de su vida. Regresemos al protagonista, al Rey enamorado, a reconocer sus acciones, a reconocer su amor y los signos de su amor.
- · Su amor es fiel, nunca se desentendió de su pueblo. No podía dejar de amarlo, pues su esencia es ser amor. Mientras su pueblo era infiel, él los amaba; mientras su pueblo lo maldecía, él los amaba; mientras su pueblo lo ignoraba y olvidaba, él los amaba. Les había regalado la libertad y respetaba sus decisiones, mientras los amaba.
- · Con tal de que dejarán de hacerse daño les dio la única solución que realmente podía arreglar el problema en el que ellos solos se habían metido.
- · Arreglar el problema de otros, llenar sus vacios, saciar su sed, significó empobrecerse, humillarse, y mientras se humillaba los amaba.
- · Ellos lo esperaban Rey y el llegó pobre, porque sabía que los reyes viven en palacios y el quería estar donde ellos estuvieran. (El pueblo pudo haber dicho al Rey: Tú no tienes sentimientos, y el rey les hubiera contestado: sí los tengo. Les envió no lo que esperan, sino lo que necesitan)
- · Fue obediente en un amor insólito a dos de sus súbditos a quien eligió como Padres, un amor que superó la sangre y nos enseñó que todos los Padres del mundo merecen respeto y amor.
- · Su amor y sus signos de amor, transforman, renuevan, sanan, dan vida, perfeccionan, comprometen a la eternidad.
Precisamente esto último debiera ser la evaluación de nuestros signos de amor y de los signos de amor que exigimos a los que nos aman. Eso que le exiges a tu Padre a tu Madre, a tu hermano, a tu amigo (a), a tu novia (o), ¿te transforma, te perfecciona, te sana, hace que des toda tu vida, te compromete a la eternidad? Si no es así no te preocupes son signos demasiados frágiles, si cimientas tu amor sobre ellos más temprano que tarde el edificio se caerá. Mide tu amor y deja de medir el amor de otros. Siéntete feliz por amar, siéntete feliz por ser fiel, siéntete feliz por entregar tu vida y no solo placer, siéntete feliz porque tu amor se parece al de aquel por quien toda la tierra se alegra y se adorna de bellezas y sentimientos nobles en este mes.
San Juan dijo que Dios es amor. Pues bien, nuestro amor para ser perfecto tiene que ser fiel, respetuoso de la libertad del otro, sacrificado, humillado con tal de dar vida, obediente, entregado a un compromiso que mira hacia la eternidad y no que corre el riesgo de ser efímero.
Dejémonos de sensiblerías baratas, exijámonos el amor caro, el que cuesta la vida, día por día, noche por noche, cansancio por cansancio, lágrima por lágrima, sacrificio por sacrificio. Exijámonoslo a nosotros mismos y seremos felices porque hemos aprendido a amar y a reconocer el verdadero sentido del amor que se regocija por el otro que me ama pero que se hace pleno cuando aprendemos a amar sin esperar nada, nada a cambio.
Ésta es la historia del sacrificio de una madre durante el Terremoto de Japón.
Después del Terremoto, cuando los rescatistas comenzaron a buscar supervivientes entre las ruinas de la casa de una mujer joven, vieron su cuerpo por uno de los orificios de las ruinas de la casa.
Les pareció extraña la postura del cuerpo, estaba sobre sus rodillas y su cuerpo hacia adelante como cuando una persona se arrodilla para adorar, con el rostro hacia el suelo; su cuerpo estaba inclinado hacia adelante y sus manos estaban sujetas a algún objeto. El peso de la casa quebró su espalda y su cuello.
Con mucha dificultad el líder del equipo de rescate puso sus manos y brazos para ver si la mujer aún estaba con vida. Pero la dureza del cuerpo y la temperatura del mismo cuerpo anunciaban que la mujer había muerto. El tenía la esperanza que la mujer aún estaría con vida. Él y su equipo salieron de las ruinas de la casa para seguir su trabajo en búsqueda de víctimas.
Por alguna razón, el líder del equipo sintió una necesidad enorme de regresar a donde el cuerpo de la mujer se encontraba. Una vez más se arrodilló, y puso sus manos en el espacio que les permitía alcanzar el cuerpo y decidió revisar debajo del cuerpo sin vida. Instantáneamente empezó a gritar, “¡Un Niño! ¡Hay un niño aquí!”
No hay comentarios:
Publicar un comentario